Al final la verdad triunfa, solo en los cuentos de hadas.
Todo parecía perfecto, ahí no había nada que fuera feo o desagradable, todo era maravilloso, más precioso que si se tratara de un cuento de hadas, y en esas estaban el príncipe y su prometida cuando de pronto aparecieron en la puerta principal cuatro damas: una era hermosa como las Hadas, y más elegante que las reinas y princesas que pululaban por palacio, pero las otras tres eran más feas que la más fea de las sirvientas y las pordioseras del reino.
La futura princesa se quedó de piedra, y al punto recordó su promesa y supo que no tenía más remedio que cumplirla, ya que sabía muy bien que nadie puede escapar del furor de las Hadas cuando éstas se sienten ofendidas y deciden vengarse. Además, había dado su palabra, y aunque el príncipe y la reina se opusieran, ella tendría que dar la cara y sentar a sus convidadas especiales a su lado en el banquete de bodas, o retirarse de palacio sin haberse casado.
El príncipe también se quedó de piedra al ver a aquellas fealdades en la puerta de palacio esperando ser invitadas a entrar como convidadas especiales, y, en lugar de negarles la entrada, las hizo pasar presa de la curiosidad.
- ¿Quienes son? – le preguntó a su novia.
- Mis más queridas amigas y mi Hada Madrina – respondió la muchacha sin inmutarse – ellas nos acompañaran en la mesa presidencial.
El príncipe no parecía oír a su próxima esposa, pues seguía embargado ante tanta fealdad.
- Pues que sean bienvenidas, pero, dime ¿Por qué las has invitado?
- Porque se lo prometí a mi Hada Madrina.
- ¿Y por qué se lo prometiste?
El príncipe estaba como atontado ante tanta fealdad y no dejaba de preguntar bobadas, por lo que la muchacha no tuvo más remedio que coger al toro por los cueros y decir toda la verdad.
- Porque en realidad ellas son las que hilaron los guantes, la estola y el tocado que le regalé a la reina, tu madre, el día de su aniversario.
El príncipe estaba tan confundido que no sabia si enfadarse o reír por lo que estaba pasando, así que en lugar de eso preguntó:
- ¿Y como se llaman?
- Yo, dijo el Hada Madrina, me llamo Dey, y ellas son Lot, Zot y Pot.
- ¿Y cómo es que son tan feas, es decir, como es que Lot tiene el labio tan grande, Zot los ojos tan estrábicos y pequeños y Pot las manos y el trasero tan gigantescos?.
El Hada Madrina sonrió y respondió:
- Porque son las mejores costureras del mundo. Lot tiene el labio grande de hilar. Zot tiene los ojos pequeños y bizcos de tanto enhebrar y Pot las manos y el trasero tan grandes de tanto estar sentada en la rueca.
- Pues entonces, dijo el príncipe mirando a su futura mujer -, me alegro del engaño, y espero que mi esposa nunca toque el hilo, la aguja y la rueca.
Y así la muchacha cumplió su promesa, y el Hada y sus primas se sentaron en la mesa principal. Y el príncipe y la princesa fueron felices el resto de su vida.