Historia de miedo y suspenso que cuenta una escalofriante anécdota de un taxista.
Juan, un taxista que vive en un poblado a las orillas de la ciudad siempre acaba su turno a las 3:00 AM. En reiteradas ocasiones sus compañeros que también trabajaban en la ciudad le habían dicho que el horario nocturno era peligroso: “Nadie viene al pueblo a esas horas, deja de andar de loco. Te van a asaltar” Le decían seguido.
El taxista hizo caso omiso a las recomendaciones, pensaba que al ser el único que trabajaba en la noche, su clientela estaba garantizada.
Cuando era joven Juan llegó a escuchar una historia de una viejita que se aparecía a orillas de la carretera y pedía ser llevada al poblado, siempre iba vestida de negro, según se decía y llevaba una saco blanco cargando; cuyo peso debía ser considerable pues lo cargaba sobre su espalda y se veía encorvada.
Los taxistas la conocían como la viejita de la ruta. Unos cuantos aseguraban haberla visto haciéndoles la parada, alguno que otro se había parado para darle pasaje pero una vez que se paraban ya no veían a nadie. Era como si la viejita se hubiera difuminado.
Juan nunca la había visto de madrugada así que cuando los adolescentes le preguntaban de la viejita, el respondía que eran puros cuentos que inventaban las mamás para que sus hijos no fueran por las noches a la ciudad plagada de vicios.
Uno madrugada toda cambió eran las 2:40 y Juan había trabajado mucho, estaba cansado y quería regresar con su familia. A las orillas de la carretera vio una silueta que le hacía la parada. Sin pensarlo dos veces giro el letrero de LIBRE a OCUPADO. Yo ya trabaje mucho quien sabe a dónde quiera ir pensó.
Para su sorpresa conforme se acercaba a la figura su taxi empezó a hacer ruidos extraños como si el motor se estuviera ahogando y justo enfrente de esta se paró completamente. –Voy para el pueblo. Dijo una voz débil y pausada. Juan le explicó que su taxi estaba descompuesto y que aunque él también iba a para el pueblo no la podía llevar.
No fue hasta que se bajo del auto para abrir el cofre que Juan se percató la viejita había dejado una especie de bolso blanco en el suelo. Fue entonces cuando recordó las historias que había oído años atrás, esta viejita también viste de negro pensó. Para su sorpresa la viejita no se había movido de su lugar, lo contemplaba pacientemente mientras el revisaba su taxi.
Al primer intento el motor prendió Juan bajo el vidrio para decirle a la viejita que se subiera, voltio y no había nada; acto siguiente brincó al ver el retrovisor esta ya estaba sentada. Sintió un escalofrío y tenía la sensación de tener un helada la espalda. No dijo nada durante todo el trayecto ni siquiera se atrevió a voltear.
Justo entrando al pueblo disminuyo considerablemente la velocidad su vista iba fija al frente, cuando se le ocurrió preguntar a la viejita dónde la iba a dejar vió que esta ya no estaba en el taxi. Seguro se me peló en un tope pensó.
Por la tarde mientras jugaba domino con sus amigos contó su historia, uno le respondió “Ya vez porque nadie te acompaña en el turno de noche, muchos ya han muerto en choques misteriosos; los causa la viejita de la ruta, ten mucho cuidado mi Juan.” – No es la “viejita de la ruta” sólo una que se me peló sin pagar. Dijo Juan en tono sarcástico
Ya en la madrugada, Juan, ahora decidió regresarse un poco más tarde, estaba nervioso, pensó si esa viejita se me apareció a las 2:40 hoy mejor me regreso al pueblo a las 3:30. Y así lo hizo pero a las 3:50 cuando pasaba por el mismo kilómetro de la vez anterior volvió a ver la misma silueta.
Sirve que el cobró lo de ayer pensó, y con escalofrío puso su pie tembloroso sobre el freno. La viejita se subió enseguida y no dijo nada. Juan volvió a sentir esa sensación de tensión en la espalda. -¿Y que hace a estas hora a mitad de la carretera? Señora le va a hacer daño. No hubo respuesta alguna.
Juan estaba nervioso, parecía que el silencio hacía aún más largo el trayecto, decido a sacar conversación le preguntó su nombre. –Catalina Morales. Escucho de nuevo la voz débil y pausada. Juan volteó para verla y escuchó un pitido. Era un auto que venía en sentido contrario instintivamente giró el volante para librar al otro auto.
-Estos borrachos, casi nos matan. Comentó Juan pero una vez más no obtuvo respuesta de la viejita. Por lo que decidió seguir su camina por la vista al frente. En esta ocasión desde que estaba a un kilómetro del pueblo veía el retrovisor, no quería que se le fugaran de nuevo. Una vez en la entrada del mismo preguntó a la viejita que dónde quería que la dejara, pero una vez más no le respondieron. En un parpadeo se percató que la viejita no estaba sentada en el asiento de atrás.
Llegando a su casa se impactó al ver el saco que cargaba la viejita en el asiento de atrás. Al bajarlo vio que se pasaba mucho, se asomó y un aroma pestilente hizo que casi vomitara. Su cuerpo se caló al ver que adentro del saco había huesos humanos dedujo por el cráneo.
Al día siguiente Juan visitó a su abuelo, quien aún estaba cuerdo y se jactaba de ser de los más ancianos del pueblo. No tenía tiempo que perder, en seguida entró le preguntó si conocía a Catalina Morales. Era de las más guapas del pueblo en mi época, le respondió el abuelo sin titubear. Yo quería salir con ella pero nunca me peló, ya casado tu abuela la celaba. Era buena mujer lástima que tuvo una muerte tan trágica.
Un malvado que llegó de otro pueblo le dio por matar a la gente de edad, dicen que les quitaba todas sus pertenencias e iba a tirar el cadáver a la carretera. El muy cabrón confesó después de matar a Catalina dijo que ya no podía ocultarlo más ya se había echado a quince . Luego de matar a Catalina se le aflojaron los tornillos y se suicido estando preso. Pobre Catalina ojala descanse en paz nunca encontraron sus huesos.
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