El diario » La Voz de Galicia » abre hoy su cabecera con una escalofriante noticia: » Galicia pierde 120.000 jóvenes en los últimos 6 años «. Más allá del evidente fracaso de las políticas llevadas a cabo hasta la fecha por unos y otros, este dato esconde auténticos dramas personales.
Una sociedad progresa cuando es capaz de crear empleo estable y de calidad, a la vez que es capaz de proporcionar buenos servicios públicos y generar bienestar social e igualdad. Por desgracia, las regiones que hoy en día son capaces de ofrecer tan suculento paquete a sus ciudadanos son una gran minoría. ¿ Qué ocurre con todos aquellos que no han tenido la fortuna de haber nacido en alguna de estas zonas agraciadas ? Pues ocurre que, en gran parte, se ven abocados a la necesidad de desplazarse a otras partes del globo, generándose así una concentración de recursos, dinero, población y talento en unas pocas partes del planeta, mientras que la mayoría camina irrevocablemente cara a un desierto poblacional, económico e intelectual.
Un buen ejemplo de esto es el fenómeno migratorio que en los últimos 20 o 30 años, puede que más, que ha llenado de población las ciudades y las zonas costeras, convirtiendo el medio rural y las zonas de interior en un desierto poblacional. Lo verdaderamente negativo es que, en los últimos años, la emigración también se ha globalizado, y de los clásicos transitos migratorios aldea-ciudad, hemos pasado a un flujo abrumador y constante de personas de unos países a otros. Para muestra, podemos indicar, por ejemplo, que el número de polacos residentes en el Reino Unido supera ya el millón.
Como ocurre con, por ejemplo, los datos del paro, las frías cifras que se manejan esconden tras de sí personas con nombres y apellidos. Personas como tú y como yo. Francisco Javier Paz Estévez es un antiguo alumno de Ingeniería Industrial. Hace años que acabo la carrera y, en contra de su voluntad, jamás ha podido encontrar un trabajo relacionado con su sector. Después de algunos años trabajando como camarero, decidió coger la maleta y marcharse a Alemania, donde en la actualidad trabaja como resposable de seguridad en una pequeña industria de maquinaria agrícola. Pero para ello, ha tenido que dejar atrás a Isabel, su antigua novia, a su familia y amigos, a los que ya sólo ve una o, como mucho, dos veces al año.
Y por el camino, sueños rotos, esperanzas corrompidas, ilusiones desvanecidas, anhelos imposibles... millones de personas enfrentándose al conflicto diario de un corazón que les pide regresar a su tierra, y una cabeza que les ordena quedarse donde están.