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El General Valle y la Muerte de un Valiente

12 junio, 2011 by walter g

Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Juan Jose Valle.

VALLE SE PUDO REFUGIAR, PERO ELIGIO MORIR COMO SUS HOMBRES, COMO UN VALIENTE    

El 12 de Junio de 1956 Valle es fusilado en la Penitenciaria Federal

jjvalle

 

 

 

 

 

 

El 9 de junio de 1956, se puso en marcha un levantamiento contra la dictadura que había derrocado a Perón, con la finalidad de recuperar las instituciones y reponer a las autoridades legitimas, pero la rebelión fue sofocada y los integrantes del movimiento fusilados. Por Walter Gangi.

EL GOLPE DE 1955.

El golpe del 16 de septiembre de 1955, fue llevado a cabo por la Marina de Guerra, con el apoyo de un pequeño sector del Ejército, liderado por Lonardi, que fue designado como presidente de facto. Era un general nacionalista y católico, características que le asignaban una imagen positiva, que se pretendía aprovechar para aplicar los planes de entrega, de sometimiento y de abrogación de las leyes sociales, contando con un mínimo consenso.

Lonardi sostenía el derrocamiento de Perón, pero consideraba que las conquistas sociales, no debían correr la misma suerte. Proponía desde el discurso una política moderada, destacando que no había “ni vencedores ni vencidos” y prometia mantener los logros alcanzados.

El almirante Isaac Francisco Rojas, era un sujeto de baja estatura, morocho y poco beneficiado en el parecido, que había sido bautizado popularmente, con el mote de la hormiga negra. Ocupaba el cargo de vicepresidente de facto y lideraba la posición más enérgica, sosteniendo que había que erradicar a Perón, al peronismo y a todos sus actos. Su enorme peso en la dictadura, permitió que se le atribuya la autoría ideológica de los mayores crímenes.

Lonardi no cambió su tesitura y dejo ser útil a los líderes del golpe del ’55, por lo que fue destituido el 13 de noviembre de 1955. Fue reemplazado por el general Pedro Eugenio Aramburu, a instancias de almirante, convirtiéndose en el brazo ejecutor de las atrocidades de la dictadura. Los 27 fusilamientos por el levantamiento del 9 de junio y la profanación del cadáver de Eva Perón, entre otros tantos crímenes.

“… Aunque vivan cien años sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados…” (carta de Valle a Aramburu). 

Como una fatal premonición, el destino que auguraba Valle se cumplió, aunque de manera distinta. Aramburu encontró la muerte, después de ser juzgado y condenado a muerte por una asociación que actuaba en la clandestinidad, de la misma manera que él lo había hecho, y el grupo Montoneros los ejecuto, como tantas veces el lo había hecho desde el escritorio. En cambio Rojas vivió muchos años más y aunque cuenta con un pequeño grupo que lo reivindica, aún despues de muerto, estuvo rodeado por el desprecio, y murió tras recibir el abrazo de aquel presidente de la década de los noventa, que decía ser peronista, que privatizó empresas estatales, destruyo los ferrocarriles, cuyo nombre no recuerdo. Como supo decir Antonio Cafiero “… Rojas hizo de su antiperonismo visceral una razón para vivir… el almirante murió con sus odios intactos… fue el paradigma más notable de un revanchismo depredador de la convivencia política…” y concluye afirmando “… El peronismo está vivo…” y con esa frase final se resume el fracaso de toda su existencia. 

LA NUEVA RESTAURACION.

El golpe de 1955, como el que se produce en 1930, que representaba una restauración conservadora, tiene la finalidad de dejar el poder en manos de una minoría. Un sector que desde el peronismo comenzó a llamarse, sin eufemismos, la oligarquía. La misma clase que concentro el poder público y los medios de producción, desde los orígenes de la Argentina, legitimados por el fraude electoral, hasta la sanción de ley Sáenz Peña. Pero las nuevas reglas de juego, demuestran en la arena política, que esa minoría no cuenta con el caudal necesario de votos para recuperar el poder y las elecciones del 1 de abril de 1928, parecen confirmarlo, cuando Yrigoyen con 78 años de edad, accede a su segundo mandato, obteniendo cerca del 62% de los votos, seguido por los antipersonalistas, que logran algo menos del 32% de los sufragios.

Por lo tanto recurren a una modalidad que no estaba contemplada en la Constitución Nacional, el golpe de Estado, que consiste en el acceso al poder, con la legitimidad que impone la fuerza. En 1930 esa minoría, con el apoyo del ejército, logra dar el primer paso cuando Yrigoyen es derrocado. José Félix Uriburu, uno de los líderes de la asonada, representa al ala nacionalista del ejército, cuyos planes no habrán de prosperar. El otro líder, Agustín Pedro Justo, representa el sector liberal, emparentado con la minoría conservadora y con Inglaterra, quienes saben hacer muy buenos negocios. El golpe ha servido entonces para acceder al poder, ahora habrá que dar un segundo paso, mantenerse en el mismo, sin alterar las reglas de juego.

No resulta demasiado difícil si se advierte que la Argentina tiene la cultura del fraude arraigada, siendo el sistema imperante durante 60 años. Se ha interrumpido menos de 20 años desde la entrada en vigor de la Ley Sáenz Peña y los radicales se mantuvieron en el poder 14 años, en la primera democracia. Sobre ese cálculo se proscribe al radicalismo ortodoxo y se instala nuevamente el fraude electoral, ahora sistematizado. Se lo denomina fraude patriótico y consiste en hacer creer al electorado, que los gobernantes han sido elegidos por la voluntad de la mayoría,  cuando en realidad lo determina la elite. El aparece voto como factor de legitimidad histórica.

La Revolución de 1943 termina con esa modalidad y prepara el camino para la segunda democracia, recuperando los valores que la década infame había conculcado. Treinta años después, Perón se refería al nacimiento de peronismo diciendo que “… en el año 1943 un grupo de hombres de armas decidimos liberar al país de la dependencia extranjera, haciendo una verdadera Revolución Nacional, debimos enfrentarnos también con un triste y agobiante panorama mundial. En un mundo que venía de soportar una gran guerra, cuyas consecuencias es de todos conocida… Con el alma llena de espíritu patriótico y sin mezquindades de ninguna especie, aquellos revolucionarios del año 1943 lanzamos una Proclama, que yo mismo escribía la noche anterior… Y así nace el Justicialismo, con las mismas frases de la mencionada Proclama Revolucionaria del 4 de Junio de 1943...” (discurso de la IV conferencia de países no alineados, Argelia 7 de septiembre de 1973).

El 16 de septiembre de 1955, con la marina al frente, comienza el levantamiento que derroca a Perón, presidente constitucional, reelecto con el 52 % de los votos y el 60 % de los electores (la elección era indirecta por medio de un colegio electoral). Sin embargo los usurpadores, que autodenominaron al golpe, revolución y se arrogaron ser libertadores, diciendo que venían a restablecer el estado de derecho -por cierto existente- no fueron más que los continuadores de aquella minoría que se había hecho del poder en el ’30, estableciendo el fraude para perpetuarse en el gobierno. A partir del golpe del ’55 una vez más el poder queda en manos de la oligarquía, burlando así la voluntad de la mayoría, al proscribir al peronismo.

El golpe de palacio que destituyó a Lonardi, tras su breve interinato en la presidencia de facto, demostró que había vencedores, y también había vencidos, y estos serían los destinatarios de la violencia más despiadada y el odio más irracional, que se haya conocido antes. Fue mayor a la que se desato después de Caseros, donde a los que se salvaron de la violencia del entrerriano, los esperaba la violencia de los otrora unitarios, dispuestos a eliminar a todo aquel que comulgara con el pensamiento de Rosas o la causa federal, que también fueron receptores de odios, de los nobles odios, como los llamo Mitre.

Se provoca la división de los argentinos, impulsando la mayor de las antinomias, antiperonista y peronista. Se impone el terror de la represión, con drásticas consecuencias para quien no renuncie a la ideología peronista. Se prohibió desde la lectura de frases, hasta mencionar el nombre propio de Perón. Pero la tarea programada por los golpistas era mucho más amplia, porque junto con el peronismo tenían que sucumbir las medidas populares y nacionales alcanzadas en el gobierno de Perón, principalmente las que favorecían a la clase trabajadora, consagradas como resultado de tantos años de lucha.

El decreto 4161 firmado por Aramburu, representa la más perversa represión que se haya publicado jamás, que tenía la absurda finalidad de erradicar al peronismo prohibiendo  “… la utilización, con fines de afirmación ideológica peronista, efectuada públicamente, o de propaganda peronista, por cualquier persona, ya se trate de individuos aislados, grupos de individuos, asociaciones, sindicatos, partidos políticos, sociedades, personas jurídicas, públicas o privadas, de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas, que pretendan tal carácter… (era) especialmente violatoria de esta disposición la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones peronismo, peronista, justicialismo, justicialista, tercera posición, P.P., las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales denominadas Marcha de los muchachos peronistas y Evita capitana o fragmentos de las mismas, la obra La razón de mi vida o fragmentos de la misma, y los discursos del presidente depuesto y de su esposa o fragmentos de los mismos…” La realidad nos demuestra que la norma tuvo como resultado el efecto contrario al buscado por la tiranía.

Se abolió la Constitución de 1949 en desmedro de la Nación, que en los términos de la proclama de Valle se hizo “… con el evidente propósito inconfesable de abolir disposiciones -como las del artículo 40- que impiden la entrega al capitalismo internacional de los servicios públicos y las riquezas naturales…”, porque aquellos que usurparon el poder público en 1955, renegaron de la soberanía económica y se encargaron de asegurar la dependencia, instalando un vínculo con el FMI y el Banco Mundial, que se prolongará durante muchos años. De esa forma favorecieron la concentración del capital empresario y con evidente retroceso, permitieron la explotación y opresión de los trabajadores. Reanudaron las relaciones con el campo, beneficiando a los latifundistas y pusieron una política que perjudicaba deliberadamente a los sectores medios de la sociedad, sin tener en cuenta a los más necesitados, que fueron privados de los mínimos derechos consagrados en el gobierno de Perón.

Dijo Perón desde el exilio “… Han destrozado a martillazos un sin número de pulmotores y puesto fuego en una inmensa montaña de colchones, sabanas, almohadas… so pretexto de llevar cada prenda, sobreimpresas el sello de la entidad, o sea de la Fundación, dejando al grueso de la población desprovista de las más elementales defensas sanitarias…” y entre tantas otros, las consecuencias de la epidemia de polio del año 1956, son una prueba de tan aberrante crimen. Aunque otro bárbaro al  servicio de la tiranía, el Monseñor Plaza, con expresiones que no puede ser calificadas como menos que ignorantes, decía que la epidemia de poliomielitis que padecían los niños argentinos era el castigo de Dios por la existencia del peronismo.

LA HORA “H” DEL SABADO 9 DE JUNIO DE 1956.

Los hombres que formaron el Movimiento de Recuperación Nacional, asumían el legitimo derecho de resistirse a la tiranía, falsamente invocado por los ideólogos del golpe de 1955, porque Perón era un presidente constitucional elegido por la voluntad popular que se expresó por medio del sufragio. Por primera vez en la Argentina, un levantamiento militar tenía la finalidad de reponer a las autoridades legitimas y no a deponerlas, como ocurre en las demás situaciones, con la salvedad de la Revolución de 1943, que si bien no podía reponer a las autoridades (Yrigoyen había muerto hacía una década), vino a terminar con el sistema de fraude de la concordancia, dejando libre el camino para el movimiento social que tomo las banderas del peronismo.

Desde abril de 1956 el general Juan José Valle, acompañado por el general Raúl Tanco, comenzó a trazar un plan para terminar con la tiranía de Aramburu y Rojas. Un grupo de civiles y militares formaron un movimiento con el objeto de recuperar las instituciones, que se inició el 9 de junio de ese año. La contrarrevolución no tuvo éxito y se lanzo una feroz represión, que concluyo con 27 fusilamientos. Dice Rodolfo Walsh que “En junio de 1956, el peronismo derrocado nueve meses antes realizó su primera tentativa seria de retomar el poder mediante un estallido de base militar con algún apoyo civil activo”.

El levantamiento estaba programado para comenzar el sábado 9 de junio de 1956 a las 23 horas, simultáneamente en distintos puntos del país y la señal para que se iniciaran  las tareas revolucionarias era la difusión radial de la proclama. Pero la noche del 9 de junio en Avellaneda, cuando el coronel Irigoyen y el mayor Costales, junto con un grupo de civiles, trataban de instalar un transmisor en una escuela, para difundir la proclama, fueron detenidos por la policía. Se los traslado al comando de Lanús, donde después de ser interrogados y torturados, todos fueron fusilados, incluyendo un pibe de catorce años. Otro grupo de civiles fue sorprendido en Florida y corrió la misma suerte. Los fusilaron en la madrugada del domingo 10 en un basural de José León Suárez.

Conocido el levantamiento, los bandos (comunicados) de la dictadura, autorizaban la masacre mediante precarios permisos para las ejecuciones, estableciendo que los integrantes de “… las fuerzas armadas de seguridad en actividad y cumpliendo actos de servicio podrá ordenar juicio sumarísimo con atribuciones para aplicar o no la pena de muerte por fusilamiento a todo perturbador de la tranquilidad pública…” agregando que la condición de perturbador era bastante amplia, ya que estaba comprendido quien estaba armado, como quien realizara actividades sospechosas (a criterio del personal) y quien desobedecía una orden policial.

LOS REVOLUCIONARIOS SON TRAICIONADOS.

“… Así se explica que nos esperaran en los cuarteles, apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución…” Juan José Valle (carta a Aramburu).

En Campo de Mayo, los oficiales Berazay, Cortínez e Ibazeta, apoyado por varios suboficiales y un grupo de soldados a su cargo, ingresaron fácilmente al cuartel. En realidad se trataba de una emboscada, porque el movimiento tenía infiltrados que respondían a la dictadura. Entre ellos estaba Berazay, quien una vez en el interior, se pasó a las filas contrarias para colaborar en la represión de los conjurados. Valle lo advierte casi de inmediato y así lo manifiesta en su carta a Aramburu. Los oficiales recibieron un juicio sumario y fueron condenados a la cárcel, pero desde la casa de gobierno Aramburu ordeno el fusilamiento. Entrada la madrugada del lunes 11 de junio de 1956, la ejecución se llevo a cabo en uno de los patios de Campo de Mayo.

En La Plata, el teniente coronel Cogorno al frente de los revolucionarios, logra tomar el Regimiento 7 de Infantería, pero al quedar aislados y sin apoyo, fueron derrotados. En pocas horas, Cogorno y Abadie fueron fusilados en ese lugar. En los restantes focos, la solución no ofreció variantes. En la Escuela del Ejército de Constitución, los hombres del movimiento fueron fusilados en el patio y en el Regimiento 1 de Patricios, que se encuentra aún hoy en Palermo, los rebeldes fueron reducidos y trasladados a la Penitenciaría Nacional que se encontraba ubicada en avenida Las Heras, donde fueron pasados por las armas.

EL FUSILAMIENTO DE VALLE.

“… Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado….” Juan José Valle (carta a Aramburu).

La dictadura de Aramburu y Rojas, hizo público el compromiso de suspender los fusilamientos si el líder del movimiento se entregaba. Para evitar que se siga adelante con ese innecesario derramamiento de sangre, el General Valle se entregó como un general, como un comandante, pero por sobre todas las cosas como un valiente, atributo que los dictadores no conocían. Lo trasladaron de inmediato a la Penitenciaría de la avenida Las Heras y Coronel Díaz y a las pocas horas fue fusilado, como los 26 compañeros que lo precedieron en el paso a la eternidad.

Aquel 12 de junio de 1956, Susana, la hija del general Valle, se despidió de su padre en el penal. Luego fue a pedir al ejecutor por la vida de su padre. Pero le respondieron que el General Aramburu estaba durmiendo y no se lo podía despertar. Aramburu se había negado a escuchar a la  hija del hombre que había ordenado ejecutar, el mismo que había intervenido ante el propio Perón para que obtenga su grado, cuando sus mediocres calificaciones no se lo permitían.

Desde el exilio Perón se refirió a lo sucedido diciendo “… El peronismo se ha llenado de mártires y entre ellos no hay un solo hombre que, como nuestros enemigos, pueda ser tildado de asesino con fundamento, como podemos llamarlos a ellos con razón. La sangre generosa de estos compañeros caídos por la infamia… los seguirá hasta su tumba, llenándolos de remordimiento y de vergüenza” (La Patria Sublevada, Alfredo Silletta, año 2002, Latinoamericana Editora). 

El terror se hizo presente y los militares reemplazaron el fraude por la fuerza, dejando de lado el principio de la legitimidad del sufragio. Los crímenes de los gobiernos de facto, que comenzaron en 1955 se repitieron con sublime impunidad durante los treinta años siguientes, hasta la llegada de la tercera democracia de la Argentina en 1983. Durante esos años, los militares se adueñaron del poder, con gobiernos propios en los que contaron siempre con la colaboración de civiles, y con gobiernos civiles estrictamente controlados, que sucumbieron siempre ante un golpe de Estado. Como Juan Domingo Perón en 1955, Frondizi es derrocado en 1962, Illia en 1966 y María Estela Martínez de Perón en 1976.

LOS MARTIRES DE REVOLUCION.

El bombardeo del mediodía de 16 de junio de 1955, que dejó centenares de muertos en los alrededores de la Plaza de Mayo, fue el comienzo de la obra despreciable de los mismos hombres que derrocaron a Perón tres meses después. A menos de un año de aquella tristemente olvidada y despiadada matanza de civiles, los fusilamientos ocurridos entre la madrugada del 10 de Junio y la noche del 12 de Junio de 1956, señalan el comienzo de la mayor violencia que vivió la Argentina durante los próximos treinta años.

El General Valle y otros veintiséis argentinos, entre militares y civiles, fueron ejecutados por la descarga de fusiles, sin una acusación formal, sin derecho a la defensa, por lo tanto sin juicio y sin condena. No se había visto una represión semejante desde la época de Mitre, donde Sandes, Flores o los mafiosos italianos hacían el trabajo sucio. Tampoco recuerdo la aplicación de la misma pena desde el fusilamiento del Coronel Dorrego ordenado por Lavalle y del Coronel Chilavert por decisión de aquel entrerriano, que también hizo fusilar a unos 200 veteranos que integraban el batallón de Aquino y luego a modo de escarmiento, los hizo colgar de los arboles de Palermo. La dictadura incorporo a la historia de la antinomia argentina, 27 muertes absurdas, que junto a las de Mitre y Urquiza, no se pueden olvidar los delirios de Sarmiento, la campaña de Roca al desierto, el levantamiento de Tejedor, las matanzas de la Patagonia, los talleres de Vassena y la represión del ’30 entre tantos otros. Pero también preparo el camino para las futuras dictaduras que en 1966 y 1976 se apoderaron de poder, con la legitimación de la fuerza y de sus estatutos, al que subordinaron la propia Constitución, que termino con treinta mil argentinos desaparecidos.

Como lo manifiesta Valle en la carta a Aramburu, los elementos que los tiranos habían infiltrado entre los revolucionarios, los había puesto en conocimiento de los planes del movimiento. Pero decidieron dejarlos avanzar, para presentar ante la sociedad una peligrosa rebelión de civiles y militares, que les permitiría desacreditar aún más al peronismo y justificar la represión.  Se justificaba además una depuración en el ejercito Ejército y se demostraba con esa “ejemplificadora” matanza, hasta donde estaban dispuestos a llegar, dejando un claro mensaje para los opositores del régimen.

A continuación, los nombres de los que ofrendaron su vida en aquella jornada por los ideales expresados en la proclama del movimiento.

Domingo 10 de Junio de 1956.

En la comisaría de Lanús.

1.- Tte. Coronel José Albino Yrigoyen.

2.- Capitán Jorge Miguel Costales.

3.- Dante Hipólito Lugo.

4- Clemente Braulio Ros.

5.- Norberto Ros.

6.- Osvaldo Alberto Albedro.

Domingo 10 de Junio de 1956.

En los basurales de José León Suárez.

7.- Carlos Lizaso.

8.- Nicolás Carranza.

9.- Francisco Garibotti.

10.- Vicente Rodríguez.

11.- Mario Brión. 

Lunes 11 de junio de 1956.

En La Plata.

12.- Teniente Coronel Oscar Lorenzo Cogorno.

13.- Subteniente de Reserva Alberto Abadie. 

Lunes 11 de junio de 1956.

En Campo de Mayo.

14.- Coronel Eduardo Alcibíades Cortines.

15.- Capitán Néstor Dardo Cano.

16.- Coronel Ricardo Salomón Ibazeta.

17.- Capitán Eloy Luis Caro.

18.- Teniente Primero Jorge Leopoldo Noriega.

19.- Teniente Primero Néstor Marcelo Videla. 

Lunes 11 de junio de 1956.

En la Escuela de Mecánica del Ejército.

20.- Sub Oficial Principal Ernesto Gareca.

21.- Sub Oficial Principal Miguel Ángel Paolini.

22.- Cabo Músico José Miguel Rodríguez.

23.- Sargento Hugo Eladio Quiroga. 

Lunes 11 de junio de 1956.

En la Penitenciaría Nacional de la Av. Las Heras.

24.- Sargento ayudante Isauro Costa.

25.- Sargento carpintero Luis Pugnetti.

26.- Sargento músico Luciano Isaías Rojas. 

Martes 12 de junio de 1956.

En la Penitenciaría Nacional de la Av. Las Heras

27.- Gral. De División Juan José Valle. 

También hubo víctimas de la represión por aquella jornada. El 10 de junio de 1956 en la Plata fueron asesinados Carlos Irigoyen, Ramón R. Videla y Rolando Zanetta, y en el Automóvil Club Argentino, el 11 de junio de 1956 fue ametrallado Miguel Ángel Maurino, que muere en el Hospital Fernández días después. En la comisaría de Lanús, Aldo Emil Jofré, detenido el 9 de junio, es asesinado simulando un ahorcamiento el 28 de junio de 1956. Pero las muertes de junio no saciaron la perversidad de la tiranía. El gobierno de Aramburu y Rojas encerró a miles de trabajadores, prohibió las huelgas y los sindicatos, haciendo culto de la tortura como un método expeditivo para imponer obediencia.

LOS FUSILAMIENTOS FRUSTRADOS:

Después de la muerte de Valle, las fuerzas de la dictadura aún continuaban en la búsqueda del general Raúl Tanco, que participo desde el comienzo en la preparación del movimiento. La noche del miércoles 13 de junio, cuando la fatiga se apoderaba de Tanco, que sabía que no le quedaba demasiado tiempo, tomó conocimiento, que en la Embajada de Haití se habían refugiado otros hombres que participaron en la rebelión. De inmediato se dirige a la misma, que quedaba en Vicente López, y en la madrugada del jueves 14 logra ingresar, burlando a sus persecutores y recibe formalmente asilo internacional.

Rápidamente la embajada fue rodeada por decenas de policías, que bloquean el paso de quienes llevan alimentos. Como represalia, a la sede diplomática se le retira la custodia, motivando las protestas del embajador, que recibía permanentes llamados amenazantes. Finalmente, ese jueves 14 de junio, en horas de la noche, más de veinte hombres armados, a las órdenes del general Quarantta, el jefe del servicio de inteligencia, ingresaron a la embajada, violando el derecho internacional de asilo y sacaron hasta la calle a empujones a los refugiados.

Quarantta se prepara para fusilarlos en la puerta, pero los gritos de la esposa del Embajador de Bierre, que llama la atención de los vecinos, se lo impiden. Hace retirar a los testigos y los prisioneros son conducidos hasta la esquina, donde los hace formar para ejecutarlos, cuando la imprevista llegada de un colectivo y el descenso de pasajeros, frustra por segunda vez sus planes. Decide entonces trasladarlos en el mismo ómnibus a un cuartel de la Capital, donde son llevados al patio para ser pasados por las armas. Pero la intervención del Embajador y de su esposa que se comunico con los medios internacionales y la embajada de Estados Unidos, obligo al gobierno de facto a abortar la ejecución, para evitar el escándalo. Raúl Tanco, junto a 4 militares y un gremialista, había logrado salvar su vida por tercera vez, regresando a la sede diplomática, junto Embajador y su chofer –un tanto apretados- en el auto oficial de la embajada de Haití. La muerte de Valle, por fortuna o destino, había logrado detener los fusilamientos.

LA IDEOLOGIA DEL MOVIMIENTO.

Los ideales de aquellos hombres que dieron su vida por el estado de derecho, han quedado plasmados en “La proclama del Movimiento de Recuperación Nacional” y “El Programa del Movimiento de Recuperación Nacional”, documentos que sobrevivieron al gobierno de facto que conocemos como la “revolución fusiladora” y que nos revelan un hecho histórico de una enorme importancia, cuyo olvido ha sido forzado como tantos otros, pero merece ser recuperado para la memoria y la cultura de los argentinos.

Los principales documentos históricos son la “La proclama del Movimiento de Recuperación Nacional” y “El Programa del Movimiento de Recuperación Nacional”, las cartas de Valle y la investigación de Rodolfo Walsh llamada “Operación masacre”, este último, que permitió conocer los alcances de la sangrienta represión, con los fusilamientos clandestinos de civiles, en los basurales de José León Suárez.

PROCLAMA DEL MOVIMIENTO DE RECUPERACIÓN NACIONAL.

Las horas dolorosas que vive la República, y el clamor angustioso de su pueblo, sometido a la más cruda y despiadada tiranía, nos han decidido a tomar las armas para restablecer en nuestra patria el imperio de la libertad y la justicia al amparo de la Constitución y las leyes.

Como responsables de este Movimiento de Recuperación Nacional, integrado por las Fuerzas Armadas y por la inmensa mayoría del pueblo -del que provienen y al que sirven- declaramos solemnemente que no nos guía otro propósito que el de restablecer la soberanía popular, esencia de nuestras instituciones democráticas, y arrancar a la Nación del caos y la anarquía a que ha sido llevada por una minoría despótica encaramada y sostenida por el terror y la violencia en el poder.

Conscientes de nuestra responsabilidad ante la historia, comprendemos que nuestra decisión es el único camino que nos queda para impedir el aniquilamiento de la República en una lucha estéril y sangrienta entre hermanos, cada día más inevitable e inminente.

Deploramos que precisamente desde el gobierno se haya cerrado sistemáticamente toda posibilidad de pacificar la República y alcanzar la armonía entre los argentinos, en contraposición con el sentido de responsabilidad, la tolerancia y la paciencia patriótica del pueblo.

La Nación entera, y con ella la tranquilidad, el bienestar y la dignidad de los argentinos han caído en manos de hombres y de fuerzas que aceleradamente retrotraen a la patria a épocas de sometimiento, de humillación y de vergüenza.

Su acción nefasta ha desquiciado y lesionado profundamente el orden político, económico y social de la República.

Este Movimiento de Recuperación Nacional, se lanza a la acción revolucionaria con objetivos claros y un programa concreto para restablecer la soberanía y la justicia social y devolver al pueblo el pleno goce de su libertad y sus derechos. 

Declara los objetivos fundamentales de su acción: 

En lo político. 

Han violado y desconocido el imperio de la Constitución y de las leyes, sustituyéndolo por un llamado “derecho de la Revolución”, que no es otra cosa que el entronizamiento de la arbitrariedad, sin más normas ni vallas que la omnímoda voluntad de los que detentan el poder.

Se han avasallado así las garantías y derechos individuales, sustituyéndose a instituciones y personas de la jurisdicción de sus jueces naturales, sometiéndolos a tribunales y comisiones especiales expresamente prohibidas por la Constitución.

Se ha perseguido, encarcelado y confinado en verdaderos campos de concentración a miles de argentinos no sometidos a proceso y privados del derecho a la defensa, por razones ideológicas o políticas.

Por idénticas razones se ha privado a miles de argentinos de derechos esenciales, como el acceso a los empleos públicos y la participación activa en la vida cívica de la Nación, sin que tan graves penas provengan de la decisión de la justicia y ni siquiera del juzgamiento de la conducta de los inculpados.

Como consecuencia de esta arbitrariedad discriminatoria, que divide a los argentinos en réprobos y elegidos, se ha privado de sus empleos a miles de ciudadanos, sin tenerse en cuenta ni su antigüedad, ni su idoneidad, ni su conducta.

Se ha excluido de la vida cívica del país a la fuerza mayoritaria con el pretexto de inmoralidades y desviaciones en la conducta de algunos sus dirigentes; verdadera aberración jurídica y moral que podría llevar a la exclusión de todos los partidos, desde que todos padecen o padecieron en algún momento de males similares.

Se ha fomentado y organizado desde el gobierno la delación y el espionaje contra personas e instituciones, inclusive contra las Fuerzas Armadas.

Se ha impedido la libertad de prensa, uniformada al servicio del gobierno, interviniendo y entregando arbitrariamente los diarios y revistas a sectores políticos minoritarios adictos al mismo, clausurando los desafectos e impidiéndose la aparición de nuevos órganos de opinión independiente.

Todo ello unido a la monstruosidad totalitaria de un decreto-ley que bajo penas gravísimas prohíbe a los ciudadanos hasta el uso o empleo individual de palabras, fechas, símbolos, fotografías, nombres y expresiones que se proscriben, configuran los hechos más salientes de un plan siniestro, destinado a ahogar la libre expresión de la ciudadanía, y entronizar en el poder a minorías antinacionales que en su hora enajenaron el patrimonio del país y traficaron con el hambre y el dolor de los trabajadores argentinos.

Este desborde de la arbitrariedad ha culminado con la abolición de la Constitución Nacional vigente, sancionada por una Convención Reformadora libremente elegida por el pueblo, con la participación de los mismos sectores políticos que apoyan a la tiranía, Constitución que juraron acatar y defender los mismos que hoy la vulneran y suprimen a espaldas del Pueblo y al margen de su libre voluntad soberana, con el evidente propósito inconfesable de abolir disposiciones como las del artículo 40, que impiden la entrega al capitalismo internacional de los servicios públicos y las riquezas naturales del país, juntamente con otras también fundamentales como las que sancionan los derechos del trabajador y las que estatuyen la función social de la economía y la riqueza.

Por un acto arbitrario y despótico se reimplanta una Carta Fundamental ya superada por la realidad política, económica y social de la República, al amparo de cuya imprevisión y laxitud fue posible en otras épocas la entrega del país a las fuerzas internacionales del capitalismo y el sometimiento, el hambre y la humillación de nuestro pueblo.

Y para hacer más evidente la burla a la ciudadanía y la prepotencia de la arbitrariedad, ni siquiera se la reimplanta en todo su vigor como norma de convivencia o valla del poder, sino “en tanto y en cuanto no se oponga a los fines de la Revolución”, vale decir, en cuanto no se oponga a la voluntad omnímoda e Incontrolada del gobierno. Jamás, en toda la historia, gobierno alguno ha tenido el descaro de hacer semejante profesión de tiranía y despotismo. 

En lo económico. 

Se han tomado medidas tendientes a quebrantar la industria nacional, depreciar la moneda, crear el desaliento en la inversión de capitales útiles, elevar los precios acentuando el desequilibrio entre éstos y los salarios, provocar sectores importantes de desocupación, que llevarán por hambre a los obreros a someterse a la voluntad del capitalismo.

Todo ello unido al desprestigio internacional de nuestra economía por el propio gobierno, a la acelerada contratación de empréstitos extranjeros y a la adopción de determinados compromisos anteriores, constituyen etapas de un plan destinado a retrotraer al país al más crudo coloniaje, mediante la entrega al capitalismo internacional de los resortes fundamentales de su economía. 

En lo social. 

Se han desconocido legítimas conquistas de los trabajadores, se ha destruido la organización sindical -base indispensable de la paz social y del progreso del país- mediante la intervención a la Central Obrera y a todos los sindicatos.

Se ha perseguido, encarcelado y confinado a miles de trabajadores, y se los ha privado arbitrariamente del derecho elemental de intervenir activamente en la vida de las organizaciones a que pertenecen.

En síntesis, desde el propio gobierno se ha realizado una acción sistemática tendiente a destruir la organización sindical y anarquizar a los trabajadores, acción que persigue la finalidad inconfesable de debilitar el frente social para posibilitar el camino del sometimiento del pueblo, y con él, del sometimiento de toda la Nación. 

En las Fuerzas Armadas. 

Se ha tratado en toda forma de minar su unidad y su armonía y se han desquiciado sus cuadros con la baja o retiro obligatorio de centenares de jefes, oficiales y suboficiales que honraban a la institución por sus virtudes morales y su capacidad profesional.

Al mismo tiempo se ha obligado a muchos oficiales al desempeño de funciones civiles incompatibles con su estado militar, creándose hacia la institución un lógico resentimiento y desconfianza del pueblo, difícil de superar, y que es la semilla más criminal que podía haberse sembrado para dividir y anarquizar a la Nación.

Esto es, en lo fundamental, el panorama trágico de las horas difíciles que vive la República. La proliferación de conflictos sindicales, los actos diarios de sabotaje en todo el territorio del país y el continuo descubrimiento en toda la República de planes subversivos o actos de insurrección, denunciados por el propio gobierno, no son (como él pretende, para encubrir su responsabilidad y engañar a la opinión) fruto de la acción aislada de personas perturbadoras, sino síntoma del clima de opresión y subversión en que vive la República y expresión evidente del espíritu indomable y de la decisión del pueblo de reconquistar su libertad.

Tan grave estado de cosas impulsa nuestra determinación y nos decide a recoger el clamor unánime del pueblo, antes de que la República desemboque en una lucha fratricida que terminará por destrozarla. 

EL PROGRAMA DEL MOVIMIENTO DE RECUPERACIÓN NACIONAL

I.- En lo político

Restablecer el Estado de derecho mediante la vigencia plena de la Constitución Nacional y el imperio de la justicia en un ambiente de real libertad y pura democracia.

Consolidar la soberanía popular mediante la realización de elecciones generales en todo el país en un plazo no mayor de 180 días, con plenas garantías para todos los partidos políticos en el proceso electoral y preelectoral, incluida la utilización con iguales derechos de todos los medios de expresión y difusión.

Prescindencia absoluta del gobierno en materia electoral y fiscalización de los comicios por las Fuerzas Armadas.

Libertad efectiva y absoluta de prensa para todos los sectores de la opinión.

Amnistía general y derogación de todos los decretos y medidas discriminatorias dictados por razones ideológicas o políticas.

Libertad de todos los presos políticos y sometimiento a la justicia competente de los que hubiesen cometido delitos comunes.

Reincorporación de los empleados y obreros eliminados arbitrariamente por razones ideológicas o políticas.

Levantamiento de las interdicciones a personas y empresas e intervención de la justicia en los casos de violación de las leyes en vigor.

Rehabilitación de los partidos políticos privados de personería v plena libertad para la formación de nuevas fuerzas, dentro de las normas establecidas por la legislación vigente.

II.- En lo económico.

Revisión de las medidas de carácter económico y financiero que pudieran lesionar los intereses nacionales.

Revisión de las medidas económicas y financieras que afectan seriamente el desarrollo de las actividades productivas.

Restablecimiento de la plena ocupación y adopción de medidas para contener el alza del costo de la vida.

III.- En lo social.

Devolución del gobierno de los sindicatos a los trabajadores y elección por los mismos de las autoridades de la Central Obrera en un plazo de 45 días.

Libertad inmediata a todos los dirigentes y obreros detenidos por razones políticas o gremiales.

Renovación de los convenios de trabajo, de común acuerdo entre los trabajadores y empresarios, mediante los procedimientos determinados por la legislación vigente al 20 de setiembre de 1955.

Derogación de los decretos y medidas discriminatorias que impiden a miles de obreros su participación en la vida de los organismos gremiales.

IV.- En las Fuerzas Armadas.

Reestructuración de las mismas con vistas a las necesidades de la defensa nacional.

Reincorporación de jefes, oficiales y suboficiales que poseyendo valores profesionales y morales hayan sido dados de baja o retirados por razones políticas o ideológicas.

Mantenimiento de los actuales cuadros con la única excepción que determinen los tribunales y organismos competentes que establece la ley.

V.- En el orden internacional.

Respeto y cumplimiento de todos los convenios, pactos y compromiso internacionales concertados por el país dentro de las normas constitucionales y legales.

Suspensión de la ejecución de aquellos compromisos contraídos en violación de tales normas, a fin de que oportunamente sean considerados por las autoridades legalmente constituidas por los órganos y procedimientos que estatuye la Constitución Nacional.

Sosteniendo tales principios y comprometiendo ante el pueblo de la República el fiel y estricto cumplimiento de los objetivos señalados, el Movimiento de Recuperación Nacional toma las armas, en defensa de la patria, decidido a pacificar la nación por el camino de la verdadera libertad, en el respeto de la Constitución y la Ley.

No hacemos cuestión de banderías porque luchamos por la patria que es de todos. No nos mueve el interés de ningún hombre ni de ningún partido.

Por ello, sin odios ni rencores, sin deseos de venganza ni discriminaciones entre hermanos, llamamos a la lucha a todos los argentinos que con limpieza de conducta y pureza de intenciones, por encima de las diferencias circunstanciales de grupos o partidos, quieren y defienden lo que no puede dejar de querer y defender un argentino: la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria, en una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.

Viva la Patria!

Buenos Aires, 9 de junio de 1956. 

LA CARTA DEL GENERAL JUAN JOSE VALLE DIRIGIDA A SU VERDUGO, EL GOLPISTA PEDRO EUGENIO ARAMBURU, ESCRITA HORAS ANTES DE SER FUSILADO.

Como aquel 13 de diciembre de 1828, cuando Lavalle le hizo saber a Dorrego de su inmediato fusilamiento, sin juicio previo, casi ciento veintiocho años después, se le comunico la misma suerte al general Valle, que iba a ser pasado por las armas, sin permitirle su defensa en juicio. Durante las horas previas a su muerte, le escribió una carta a quien lo había condenado a la pena capital.W.G.

“Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. Debo a mi Patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y de militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido. Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta. Así se explica que nos esperaran en los cuarteles, apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes, escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos. Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados. Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones. La palabra ‘monstruos’ brota incontenida de cada argentino a cada paso que da. Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las Instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos un solo hombre de ustedes. Y hubiéramos procedido con todo rigor contra quien atentara contra la vida de Rojas, de Bengoa, de quien fuera. Porque no tenemos alma de verdugos. Sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95 de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de ningún hombre ni de ningún partido. Es asombroso que ustedes, los más beneficiados por el régimen depuesto, y sus más fervorosos aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay memoria. Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de la mayoría, y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de nuestro país. Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados, para librarse del propio terror, siembran terror. Pero inútilmente. Por este método sólo han logrado hacerse aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes. Como cristiano me presento ante Dios que murió ajusticiado, perdonando a mis asesinos, y como argentino, derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde, por la justicia y la libertad de todos no sólo de minorías privilegiadas. Espero que el pueblo conocerá un día esta carta y la proclama revolucionaria en las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable. Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias es sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. 

Viva la patria.  

Juan José Valle.

Buenos Aires, 12 de junio de 1956”. 

 

CARTA DE DESPEDIDA DEL GENERAL JUAN JOSE VALLE A SU ESPOSA.

“Querida mía: Con más sangre se ahogan los gritos de libertad. He sacrificado toda mi vida para el país y el ejército, y hoy la cierran con una alevosa injusticia. Sé serena y fuerte. Dios te ayudará y yo desde el más allá seguiré velando por ustedes. No te avergüences nunca de la muerte de tu esposo, pues la causa por la que he luchado es la más humana y justa: la del Pueblo de mi Patria. Cuida mucha a Susanita, y que después de este amargo trance encuentren resignación y mucha felicidad. Tenemos muy buenos amigos; confía en ellos, yo les he pedido que te ayuden. Muchas cosas tendría que decirte pero las sintetizo en una sola; me has hecho muy feliz y por ello me voy de la vida con esa serenidad que me has sabido inspirar siempre. Despídeme de todos: de tu mamá que tan buena ha sido conmigo. Te deseo mucha resignación. Sé fuerte y continúa la vida con mi recuerdo y con la frente alta, pues de nada debemos avergonzarnos. Hoy se difama la honra y el honor; pero yo he procedido siempre con integridad. Solo pienso, que no terminamos nuestra obra en común: la felicidad de nuestra querida hija. A ti te queda el hacerlo. Sé fuerte para ello. Y por eso debes hacer frente a la vida con entereza y mucha confianza en tus fuerzas, que las sé muchas. No me dan tiempo ni siquiera a despedirme de ti con un gran beso. Aquí te lo envío. Pongo en él mi corazón, que ha sido siempre de mi mujercita querida. En los últimos momentos no quiero tener amargura con los hombres que se olvidan de todo lo que es humano. Mi viejita, perdóname este final de nuestra vida. Pido a Dios que te reconforte pronto para seguir luchando por nuestra hija y por vos misma. Un tropel de emocionadas palabras son las de mi despedida definitiva. Que Dios te proteja y en la resignación encuentres alivio a esta tortura. Besos y besos de tu Juanjo. Adiós mi amor.

Juan José”. 

Dice -con absoluta razón- Rodolfo Walsh en Operación Masacre, que la memoria del general Valle “crecerá justicieramente en la memoria del pueblo, junto a la convicción de que el triunfo de su movimiento hubiera ahorrado al país la vergonzosa etapa que le siguió”.

Por Walter Gangi.

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El Doctor Walter Gangi nació en Buenos Aires, Argentina. Es docente de la Facultad de Derecho de la U.B.A. en la Cátedra de Teoría del Estado del Dr. Arturo Pellet Lastra, Comisiones de la Dra. María Elena Acosta. Es abogado, especialista en Derecho Político y en Derecho Penal. Es miembro de los Institutos de Derecho Penal y de Derecho Procesal Penal del Colegio de Abogados de San Martín. Es titular del Estudio Jurídico Gangi & Asociados, con oficinas en Capital Federal y Gran Buenos Aires, y atención en el interior del país. Se desempeña como defensor particular, con una importante trayectoria, por su destacada actividad en causas relevantes.

Filed Under: Historia

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