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SARMIENTO, GLORIA AL TRAIDOR

24 septiembre, 2010 by walter g

Desde el diario La Nación, en 1868 Mitre condenaba a Sarmiento al decir “…Ud. ha sostenido en Chile contra su patria los pretendidos derechos de un país extranjero para despojarla de su territorio… No creo que haya ningún hombre, cualquiera sea su nacionalidad, que intente justificar al señor Sarmiento, pues, hasta hoy todos los pueblos del mundo han condenado del modo más terrible al que atenta contra la integridad del territorio de su país en beneficio de un gobierno extranjero”.

SARMIENTO, GLORIA AL TRAIDOR.

Al maestro con cariño, por Walter Gangi (1)

Cuando Sarmiento escribe Civilización o Barbarie, con gran dedicación al tigre de los llanos, le asigna a los unitarios el rol de los civilizados y a los federales el de bárbaros. La obra tiene una excelente redacción y es muy amena ya que Sarmiento se caracteriza por tener una gran claridad expositiva. La lectura del libro nos traslada a la época y nos permite imaginar que los federales eran algo así como los seguidores de Atila, mientras que los Unitarios eran un emulo del propio Cristo. Sin embargo basta con apreciar las conductas de los civilizados, José María Paz, mentor de la llamada Liga Unitaria y de Araoz de Lamadrid, entre tantos otros, solo en homenaje a la brevedad, ya que si quiero extenderme, podría hacer un tratado sobre el tema. La crueldad de los mencionados no era digna de hombres “civilizados” si se tiene en cuenta que el manco Paz ponía a los prisioneros delante de los cañones y luego disparaba.

Pero la cuestión con Lamadrid, a quien Paz le concedió el grado de General, deja en el olvido el episodio de Dorrego, tratando de interceder para evitar su fusilamiento y brindándole su chaqueta para que la de Manuel llegara entera a manos de su mujer, según la voluntad ultima del prisionero. Porque el relato que habré de evocar, tiene lugar entre el representante de la civilización, Araoz de Lamadrid y nada menos que el principal actor en la obra del “padre del aula”, Facundo Quiroga. Con el objeto de capturar a Facundo, Lamadrid obligo la anciana madre de Quiroga a dar vueltas a la plaza del pueblo, encadenada con pesados grillos. Sin embargo, años más tarde, Lamadrid exiliado en Bolivia, le pidió al tigre de los Llanos un salvoconducto para su familia, que generosamente este le brindo, sin cobrar venganza a pesar de haber tenido la posibilidad de hacerlo y dejando abierto un interrogante ¿quién es el bárbaro y quien el civilizado querido Sarmiento? Un Sarmiento proveniente un estrato pobre, pero que curiosamente, con gran resentimiento va a escribir más adelante “… apartar de toda cuestión social americana a los salvajes por quienes sentimos sin poderlo remediar, una invencible repugnancia" o en su carta a Mitre “…no trate de economizar sangre de gauchos… la sangre es lo único que tienen de seres humanos esos salvajes".

No cabe duda que la invasión a San Juan, por parte de las montoneras de Facundo, ocurrida en 1827 dejaron una profunda marca en Sarmiento, que después de un breve paso por el ejército unitario del General Paz, se exilio en Chile por primera vez en 1831. Regreso a San Juan en 1936, pero su estadía fue breve. En 1840 Sarmiento se encontraba preso en su Provincia, cuando un grupo de oficiales federales lo arrastro afuera del calabozo, para golpearlo y raparlo a la navaja. La intervención oportuna del gobernador evito que fuera degollado. Después de ese episodio, se exilio nuevamente en Chile para poner a resguardo su pellejo, poniendo al servicio de ese país su pluma, aún en contra de su patria. Recorrió varios países de Europa como embajador de los chilenos, y encontrándose en Francia visitó a San Martín en su casa de Grand Bourg. Son celebres sus anotaciones de gastos par la tarea que desarrollaba para Chile.

Pero el episodio más lamentable, que empaña su paternidad de las aulas, como toda su obra, tanto como gobernador de San Juan, Presidente y legislador, sin duda es la tarea realizada para que los Chilenos se apoderen de la Patagonia y del Estrecho de Magallanes, temas a los que me referiré en extenso al final de esta obra.

La historia clásica ha sido reticente con este tema, que particularmente conocí bastante tiempo después de terminada la escuela primaria. Recuerdo haberlo escuchado de los mayores, pero nunca le di demasiada importancia. En la escuela teníamos la clásica trilogía de próceres, integrada por San Martín, Belgrano y Sarmiento, que era el menos agradable de los retratos. De hecho nunca me convenció demasiado, los libros mostraban a San Martín cruzando los Andes, a Belgrano, abogado convertido en militar por el efecto de las circunstancias, luchando en el norte. Pero los textos lo mostraban a Sarmiento con el ceño fruncido, con un sobretodo y cruzando la cordillera a pie, mientras en el camino dejaba grafitis, como aquel que nos repetían tanto, que nunca lo pude olvidar “barbaros las ideas no se matan”, entiendo que en alusión al Restaurador. El himno tampoco me gustaba demasiado y en la estrofa que decía que Sarmiento luchaba “… con la pluma, con la espada y la palabra…” sobraba algo. Bueno, en realidad no me lo imaginaba con una espada, aunque si escribiendo y hablando sin eufemismos. De hecho su vida militar fue muy efímera. Muy joven pasó por el ejercito de Paz sin pena ni gloria, optando por el exilio, y si alguien pensó en su incorporación al ejercito Grande de Urquiza para enfrentar a Rosas, cabe aclarar que el puesto que el entrerriano le asignó fue el de boletinero, o sea que se dedicaba a escribir los partes de guerra.

Su vida privada no ha sido demasiado ordenada, tuvo amores y desamores, entre ellos el de Aurelia Vélez, la hija del autor de Código Civil que lo acompaño hasta su muerte. Después de Caseros fue gobernador de su Provincia natal, pero renunció a su cargo después que Rawson, el Ministro del Interior de Mitre le recriminara algún exceso de poder. Viaja a Estados Unidos como embajador y en su ausencia se promueve su candidatura para suceder a Mitre en la Presidencia de la Nación.

En esa época las elecciones no eran obligatorias, el fraude predominaba y el poder estaba concentrado en una elite conformada por notables y en menor medida por patricios. De hecho el propio Sarmiento no provenía de la clase alta pero integraba la elite en el grupo de los intelectuales, otrora unitarios, ahora convertidos en liberales, que estaba gestando la clase política de los años venideros, un tanto menos notables tal vez, pero cada vez más patricios.

La campaña presidencial se llevó a cabo mientras Sarmiento se encontraba en Estados Unidos y es uno de los dos casos, junto con Alvear, en que al ser electos presidentes, no se encontraban en el país. Durante la previa se produce ese hecho anecdótico que resulta tan gracioso con la previa de los candidatos Sarmiento y Adolfo Alsina. Se dice que en una reunión, donde se iba votar quien iba como presidente y quien como vicepresidente, el moderador se dirigió a los votantes que se encontraban presentes en el lugar y señalo, que los que votaban para candidato a presidente a Sarmiento, se colocaran a la derecha y los que votaban a Alsina se colocaran a la izquierda. Pero la cuestión era que hacía mucho calor y el lugar elegido para los simpatizantes del sanjuanino estaba a la sombra, mientras que el destinado a los partidarios de Alsina se encontraba bajo el sol. Por lo tanto muchos no aguantaron el calor sofocante y le sumaron votos a Sarmiento, que fue en definitiva quien encabezó la formula, llevando de vice a Adolfo Alsina, el perdedor de esa accidentada jornada.

No cabe duda que en ese entonces el gobierno estaba destinado al grupo de los mejores, como decía Juan Bautista Alberdi, quienes estaban llamados a gobernar, y las elecciones, llamadas a legitimar a esos gobernantes, pero no reflejaban la realidad, desde que estaban viciadas por el fraude. Los ciudadanos votaban en mesas dominadas por el oficialismo, mediante el voto cantado, sin padrones y con punteros políticos que no solo obligaban a votar por el candidato oficial, sino que a veces ni siquiera era necesario que el votante lo manifestara, bastando la interpretación de la mesa. La falta de controles facilitaba que un mismo ciudadano votara en distintas parroquias.

En 1842 Sarmiento es un funcionario del gobierno chileno como director de los periódicos oficialistas. En ese momento, con su siempre tan afinada pero siniestra pluma, expresa que un marinero norteamericano le sugiere realizar una campaña en la prensa para que Chile se apodere del Estrecho de Magallanes y demás territorios. No es necesario que aclare que la historia es inverosímil, al menos en lo que respecta al marinero, aunque detrás de ese impulso expansionista y conquistador bien podría estar la mano del norte. Lo cierto es que el gobierno de Montt funda el periódico “El Progreso” poniendo al sanjuanino como director, quien desde el primer número comienza con la campaña para que Chile ocupe el Estrecho de Magallanes.
Es en el propio periódico “El Progreso” donde Sarmiento expone el encuentro con el marino norteamericano, al que define como un pobre pescador de lobos marinos, lo que no se compadece con la notable inteligencia que le habría permitido sugerirle a Sarmiento que incite a Chile a la conquista, nada menos que de un territorio argentino.

Lamentablemente, muchos artículos escritos en el “El Progreso” han desaparecido, sin duda deliberadamente para poner a salvo a Sarmiento, que a la vez no ha podido ocultar que mencionado periódico, había sido creado con el único objeto de usurpar el territorio argentino. De hecho con el primer artículo de Sarmiento se inaugura el periódico y con el último de deja de aparecer.

Con un fervor envidiable, Sarmiento agita su pluma y con ella al gobierno de Chile, sosteniendo insistentemente, que esas tierras son chilenas y deben ser ocupadas de inmediato. Tal es así que en la publicación del 28 de noviembre de 1842, el padre del aula ya no solo instaba a la ocupación sino que proponía el método al decir que “… nada sería dar el primer paso, que es mandar al Estrecho algunas compañías de soldados y los víveres necesarios para su mantenimiento….” agregando “… Para Chile basta en el asunto de que tratamos decir quiero, y el Estrecho de Magallanes se convierte en un foco de comercio, de civilización…” sigue diciendo “… Creemos haber tomado cuanto estaba a nuestro alcance para ilustrar un asunto que de tanto interés nos parece para la prosperidad del país y su futuro engrandecimiento…”, no es necesario señalar que el sanjuanino se refiere al engrandecimiento de Chile.

Sarmiento no estaba escribiendo un cuento, sino que con su pluma vil estaba incitando al gobierno chileno a apoderarse de una porción de territorio de su propia patria. Me atrevo a avanzar un paso más, sosteniendo que la obra de Sarmiento lo convierte nada menos que en el ideólogo de la política expansionista chilena, siendo el artífice necesario, no solo para la usurpación de Estrecho, sino para todos los territorios que Chile ha reclamado, la mayoría de veces con éxito, en lo sucesivo.

Los problemas internos provocados por la lucha entre federales y unitarios, sumado a los conflictos externos con Inglaterra y Francia, desviaron la atención de la Confederación y el gobierno de Chile encontró el momento oportuno para ocupar el territorio argentino el 21 de setiembre de 1843, cerrando con absoluto éxito la campaña de Sarmiento en contra de su patria.

Cuando Rosas protestó por la usurpación, Sarmiento justificó con mayor pasión su teoría favorable a las pretensiones chilenas. En respuesta a la pluma impía del padre del aula, Rosas fundó en Mendoza la revista “La Ilustración Argentina” dirigida por Juan Llerena y Bernardo de Irigoyen, desde donde el segundo critica severamente la tarea del sanjuanino en contra de la Argentina y lo llama traidor, título que llevara Sarmiento con carácter vitalicio.

Una década después de semejante conducta apátrida, el alumno aplicado regresa a la Argentina, para colaborar con el ejercito grande Urquiza, que apoyado por tropas del Imperio del Brasil, va a derrocar a Rosas, dejándolo en el panteón de los traidores, no solo a la patria sino a la causa federal, que en definitiva le valió la muerte. Con el tiempo Sarmiento llegará a Presidente, sin duda con apoyo de la logia, ya que se dice que como masón, llegó al grado máximo de gran maestre.

Pero la política argentina se encuentra en la más agonal de sus etapas y su amistad con Mitre, ya fracturada, parece romperse del todo, cuando aparece en el diario “La Nación”, justo una semana antes de que Sarmiento asuma el cargo de primer mandatario que “…Ud. ha sostenido en Chile contra su patria los pretendidos derechos de un país extranjero para despojarla de su territorio… No creo que haya ningún hombre, cualquiera sea su nacionalidad, que intente justificar al señor Sarmiento, pues, hasta hoy todos los pueblos del mundo han condenado del modo más terrible al que atenta contra la integridad del territorio de su país en beneficio de un gobierno extranjero”. Días después “La Nación” agrega que “… Sarmiento ha sido el abogado de un gobierno extranjero contra su propio país. El ha sugerido, ha propagado y ha hecho triunfar la idea de hacer despojar a la República Argentina de su territorio. El inició en la prensa la tarea de probar que no pertenecían a la República Argentina, sino a Chile, los territorios de la Patagonia”.

Sarmiento desde el periódico “El Nacional” dirigido por su casi suegro Vélez Sarsfield se defiende sosteniendo que lo que había hecho era solo para atacar a Rosas, téngase en cuenta que el padre del aula en su defensa no niega su traición a la patria, sino que solo intenta justificarla. Pero Mitre lo remata desde su periódico diciendo “… El aconsejar a los gobiernos extranjeros que le arrebaten a la patria sus territorios, ¿es atacar a Rosas o la República Argentina? ¿Son acaso de Rosas las tierras magallánicas o de la República Argentina?

Pero el sanjuanino era presidente y la polémica queda relegada por unos años hasta que recién a finales de su mandato revive. Los chilenos al ver al hombre que había sostenido sus derechos años atrás, ahora como presidente de la Argentina, fueron por más y reclamaron la Patagonia. En 1873 la popularidad de Sarmiento va en caída libre, ya que sus artículos de treinta años atrás se vuelven a leer, tanto en Chile como en la Argentina. No hay vuelta atrás, Sarmiento ya los ha reconocido y ha justificado sus hechos en su odio a Rosas. A su enemistad con Mitre se le suman las de Guillermo Rawson, Nicasio Oroño y José Hernández, entre otros. El padre del aula agobiado, en sus correspondencias con Félix Frías, el embajador argentino en Chile, ensaya su última defensa, tal vez la más audaz.

El 20 de mayo de 1873 le escribe a Frías que “… Los escritos anónimos de un diario chileno que se proponían ser útiles (se refiere a Chile) y cuya redacción se atribuye a un joven emigrado argentino (se refiere a el mismo, pero el padre del aula en 1843 tenía 32 años, es decir que no era tan joven), hoy presidente de esta república, no pueden utilizarse, para comprometer en su cargo, ni se debe suponer que al Jefe de un Estado lo ligan ideas que pertenecieron a otro país…” agrega que “… Es verdad que un diario (de Chile) sostuvo estas ideas, pero ellas no llevan nombre de autor. Yo, López (se refiere a Vicente Fidel) y Vial redactábamos el diario. Eran anónimos los artículos y no pueden citarse como doctrina de autor aquellas que no llevan su nombre. Todo argumento sacado de allí contra mí es simplemente contra un diario chileno”.

Con la intención de escapar al título de traidor que le asignó Irigoyen expresamente desde “La Ilustración Argentina” y luego Mitre implícitamente, desde “La Nación”, Sarmiento había dejado de lado su reconocimiento de los hechos, justificados en la lucha contra Rosas, para optar ahora por una negativa rotunda de su autoría. El nuevo argumento defensista era inaceptable, ya que pretendía sostener que los artículos otrora defendidos enfáticamente por el mismo Sarmiento, ahora resultaban ser anónimos y en el peor de los casos de autoría compartida. La confesión primera que admite el relevo de toda prueba, sumado a esta intentona inatendible, condenan al padre del aula. A pesar que Sarmiento le pide a Frías que interceda en su defensa en Chile y que mantenga en privado su correspondencia, es demasiado tarde, su culpa es innegable y la traición a la patria se encuentra probada. Con sublime desprecio por su patria, Sarmiento había sostenido ideológicamente que la Patagonia pertenecía de Chile y con ese mismo sentimiento, también había dado muestras de aprobación a la usurpación Inglesa de Malvinas, al escribir que “… su invasión es útil a la civilización y al progreso”, empañando con ello su obra posterior.

A finales de la década del ’70 Sarmiento realiza su última defensa para intentar escapar de la calificación de traidor que lo persigue. En presencia de documentos de principios de ese siglo aportados por Guido Spano, reconoce su error al manifestar que se encuentra probado que las tierras usurpadas por los chilenos, pertenecieron al Virreinato del Río de la Plata. No obstante, elude su responsabilidad al asignarle la culpa absoluta al gobierno de Chile, olvidando que había sido el propio Sarmiento quien insto la ocupación. No se puede negar que su obra ha sido interesante en la Argentina, pero la misma se oscurece frente la posición adoptada en Chile. Por mi parte acepto su primera defensa, que implica su confesión, basada en su odio a Rosas, no justifica su aporte, que sin duda es la causa de la usurpación y el permanente reclamo Chileno. 

El monumento a Sarmiento fue emplazado en Palermo allá por el 900, justamente en el corazón de los dominios de Rosas,  elevándose como una muestra del triunfo de la civilización, de lo liberal, otrora unitario, contra la barbarie representada por el federalismo. Pero en poco menos de un siglo, un jinete se acerca a caballo y se detiene de frente, contemplándolo, cerrándole el paso. Es Rosas que está de regreso, y junto con el sin duda se comenzará a escribir la otra parte de la epopeya argentina, la que Mitre, López y sus discípulos dejaron en el tintero.

Por Walter Gangi (1)

http://www.articulosgratis.com/walter gangi/

El DR. O. WALTER GANGI nació en Buenos Aires, Argentina. Es docente de la Facultad de Derecho de la U.B.A. en la Cátedra de Teoría del Estado del Dr. Arturo Pellet Lastra, Comisiones de la Dra. María Elena Acosta. También se desempeñó en la Cátedra de Teoría del Estado del Dr. Horacio Sanguinetti, Comisiones del Dr. Luis F.A. Bollaert, entre los años 1997 y 2007; y en la Cátedra de Derecho Constitucional Profundizado y Procesal Constitucional, del Dr. C. Collauti a cargo del Dr. Luis F.A. Bollaert entre 1996 y 2000. Es abogado, especialista en Derecho Político y en Derecho Penal, con una importante trayectoria y se ha destacado como defensor en muchas causas relevantes. Es miembro de los Institutos de Derecho Penal y de Derecho Procesal Penal del Colegio de Abogados de San Martín y es titular del Estudio Jurídico Gangi & Asociados, con oficinas en Capital Federal, San Martín y San Isidro y atención en el interior del país.

Filed Under: Historia

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