El nombre no es lo que cuenta, lo importante es la persona.
Supongamos que soy un hombre, un macho, aunque también puedo ser una mujer, una fémina, en todo caso soy un individuo que piensa, que siente, que me arrasco, que dudo y que como todos los individuos más o menos normales tengo las necesidades normales de cualquier ser humano normal.
Si fuera mujer podría llamarme por ejemplo Dolores López o Mónica Rodríguez, quizás Lucía García, pero no, rima con el apellido y no me gusta mucho, prefiero Sandra Avellaneda, creo que suena más rotundo y me da sensación de tía buena, por lo menos a mí me lo parece, aunque pensándolo bien creo que voy adoptar un nombre masculino, por ejemplo Ángel Huerta, aunque suena un poco celestial por una parte y campesino por otra, quizás, Manuel Díaz, aunque me parece demasiado básico y huele a torero, hay tantos nombres que podría escoger, por que aquí el que decide como me voy a llamar soy yo y solamente yo, que para eso soy el autor y no tengo que ceñirme a ningún guión, tampoco admito imposiciones de nadie, incluso también pienso que el nombre no es demasiado importante lo que cuentan son las ideas ¿verdad?
Creo que ya lo tengo, he decidido llamarme Pablo Arilla, pero les prohíbo que hagan rimas fáciles con mi apellido, que si zapatilla, ladilla, hebilla, maravilla, y todos los “illa” que se les ocurra.
Ahora que ya saben ustedes como me llamo, puedo empezar a contarles lo que pienso de tantas y tantas cosas que me pasan por la cabeza que serían bastante largo de detallar, así que prefiero lo vayan descubriendo poco a poco.
Posiblemente no me conozcan nunca personalmente pero bueno, eso es lo de menos, no es relevante ni importante, soy un ser humano como tantos y tantos que van y vienen, que se paran de repente y que de igual forma se ponen a correr. Un ser humano con los mismos miedos, inseguridades, frustraciones, alegrías, tristezas, decepciones y un sin fin de defectos y también virtudes, por que no decirlo, que todos ustedes.