Amnesia a la Mexicana
En mis recientemente cumplidos cuarenta años, recuerdo aquellos tiempos en que escuchaba a mis padres quejarse que ningún gobernante cumplía con sus promesas, y que además, el común denominador es que actuaban ajenos a la responsabilidad necesaria para ofrecer resultados.
Nací y crecí en época de crisis, en un país en donde día con día se cultivaba la corrupción, perneando en la sociedad hasta alcanzar límites inimaginables.
Recuerdo cada fin de sexenio, las compras de dólares por pánico, las noticias anunciando devaluaciones, inflación, y la siempre inminente catástrofe económica de nuestras vidas.
Cuando alcance la mayoría de edad, una vez que había obtenido mi titulo universitario y que contaba con un trabajo profesional, se presentó un cambio en la vida política de mi país. Cambio que permitió la alternancia en el poder, y que ofreció en primer instancia, mejores perspectivas de vida.
México está a unos meses de cumplir tres periodos sexenales en donde los Presidentes que han entregado la estafeta, han propiciado un ambiente sin sobresaltos económicos.
La población ya no actúa con pánico ante una posible debacle financiera durante la conclusión de los sexenios; pareciera que nos hemos olvidado completamente de aquellos amargos sobre saltos.
El tema de la economía pasó a un segundo término en la mente de los ciudadanos, producto de los buenos manejos financieros y por la aparición de una nueva problemática que se refleja en la inseguridad.
No puedo dejar a un lado la cifra oficial actual de 40 millones de pobres que representan aproximadamente el 35% de la población total. Pero…¿Cuál era el porcentaje de pobres, analfabetas, desamparados socialmente hace 5 ó 6 sexenios?. Cierto que hay pobreza, pero ¿desde cuando padecemos de ella?, con certeza afirmo que no se generaron en los últimos años y por ello dejaré a un lado este debate en específico.
Efectivamente, ahora el tema de la inseguridad es el que absorbe nuestra atención y fomenta aún más el olvido del pasado reciente. Pareciera también, que la inseguridad surgió de la nada, y que llegó para quedarse, sin embargo es evidente la necesidad de emprender un ejercicio de memoria para entender este fenómeno que nos abruma y nos angustia con una tendencia creciente.
Aquellos gobernantes, que manejaron al país con fines totalmente egoístas, embellecidos por el ejercicio del poder absoluto, que propiciaron con el ejemplo el crecimiento de la corrupción, que transaron con decisiones para beneficiar intereses particulares, que sabotearon la educación y los valores para impedir que la sociedad les demandara, que llevaron al país a vivir situaciones adversas a costa de muchos, ahora son los que se encuentran detrás de aquellos que cuestionan el cambio de gobierno y su actuación.
Ahora que tenemos un Congreso plural, que tenemos acceso pleno a la información, que tenemos verdadera libertad de prensa y expresión, que tenemos a un Presidente sujeto constantemente al escrutinio político y público. Ahora que tenemos a un mandatario que lucha con fuerza contra los criminales, que mantiene estabilidad financiera, que tomó decisiones que nos blindaron ante la mayor crisis mundial de los últimos años, que habla directamente y con la frente en alto ante los gobernantes de aquellos países que veíamos “como superiores”, que no muestra ningún indicio de haberse generado una incalculable fortuna a costa del erario público, ¡ahora sí lo pretendemos colocar ante un juicio político!
La gran mayoría critica la “Lucha contra la delincuencia” pero nadie tiene la capacidad para ofrecer la solución al problema. Es muy fácil criticar desde el extranjero, y rentar una avioneta que sobrevuela un acto del Presidente de México con una manta que reza: “No más sangre, hay 400,000 mil muertos, no más”.
Pero, ¿porque no colocan en la manta una propuesta de solución?. Los Presidentes y miembros de los partidos opositores, fácilmente critican a un gobierno que está buscando poner un alto a la delincuencia, pero ninguno de ellos ofrece con argumentos fundados la solución al problema ó “alternativas diferentes de estrategia”.
El problema de la pobreza, la marginación y la inseguridad no fue provocado en los últimos años, es producto del libertinaje y la corrupción que prevaleció durante décadas y décadas, auspiciado por los mismos intereses que tenían los gobernantes en turno. Quizás la estrategia de la actual lucha tiene deficiencias, como cualquier operación que se lleva a cabo, pero no se vale criticarlas y calificarlas sin ofrecer una solución, ó colaborar desde nuestras trincheras contra su proliferación.
¿Es preferible entonces dejar que los criminales continúen con sus fechorías?, para que entonces salgan aquellos opositores a criticar al gobernante porque permite que se lleven a cabo actos en contra de las leyes. ¿Para que tenemos leyes entonces?.
Supongamos que un par de bandidos secuestran una sucursal bancaria para robarla, con rehenes de por medio. ¿Qué hacer?, ¿dejarlos libremente cometer el delito para que no mueran inocentes?, ó ¿Intentar detenerlos con el riesgo de que se presenten bajas ajenas en el proceso?, ó ¿hacerse “de la vista gorda” cuando los delincuentes sobornan a sus captores uniformados que representan la ley?
¡Cuidado!, el mensaje que se envía a la sociedad al “voltear la vista” por temor al costo de dañar a terceros durante el combate a la delincuencia, es muy elevado. Es sembrar la semilla de la tolerancia, es abrirles los ojos a más delincuentes, es actuar con omisión y sin apego a la ley.
Lo curioso es que ahora que gozamos de estabilidad financiera permanente: Inflación reducida y controlada, tipos de cambio estables, reservas en dólares históricas, deuda interna y externa en niveles controlables. Ahora que tenemos un gobierno que trata de imponer la ley, que busca combatir al delincuente, ahora sí queremos llevarlo al cadalso.
Es curioso que el Secretario de Gobernación que ordenó disparar a los estudiantes en Tlatelolco en 1968, y que luego fue uno de los mas nefastos y corruptos presidentes de la historia reciente, haya sido exonerado del grave delito que implicó aquella órden de “jalar el gatillo”. Independientemente de la necesidad real de impedir que aquel movimiento comunista prosperara, fue un acto que violentó las leyes, los derechos humanos y la propia razón.
Es curioso que la gente en general, prefiera que prospere el narcomenudeo en las escuelas, sigilosamente contaminando a la juventud, Vs los caídos en el fuego cruzado y por las venganzas que genera una lucha frontal contra los delincuentes.
Para generar estabilidad en un país, hay que hacer valer las leyes, y todos somos responsables de esta misión como sociedad. Si nuestros gobernantes asumen la posición de hacer valer las leyes en todos los ámbitos, seremos una sociedad más civilizada y próspera, de lo contrario, ¡que los delincuentes sigan adelante! y ¡que nadie les ponga el alto!, ¡que las leyes se apliquen a quién le toque por azar!, ¡que volvamos a los tiempos aquellos en que con un billete bastaba para librar la infracción!.
Quizás nos acostumbramos al mal gobierno, y queremos volver a los tiempos en que imperaba la “Ley de la Selva”.
Quizás queremos aquellos mandatarios que gobernaban durante seis años y como “buenos patriotas”, al terminar sus mandatos, se autoexiliaban para vivir en castillos medievales en España, en lujosas residencias en Irlanda.
Termino este escrito con una reflexión:
Buscamos sancionar al que decidió y actuó por el bien común, dejando libres a los “vende patrias” que nos traicionaron en el pasado. ¡Que mala memoria tenemos los mexicanos!.
Por: Juan Mitxelena