Los políticos se hacen esta pregunta e inventan conspiraciones. La respuesta es simple: millones de ciudadanos están hartos de un sistema de gobierno que no cambia con el color de los partidos.
Por Félix Arredondo REPORTE 134 INDIGOMEDIA
Los políticos están desconcertados. No
se explican cómo fue que de pronto
creció la ola del voto blanco. Tampoco
han podido ubicar el epicentro de
lo que ya sienten como un terremoto.
Si la semana pasada los partidos políticos
sospechaban que uno de ellos podía ser
el autor intelectual del movimiento, con el
paso de los días se dieron cuenta que no, y
reorientaron sus sospechas hacia un eventual
“compló” de los “poderes fácticos”.
Todos pusieron a trabajar a sus respectivos
equipos de inteligencia para tratar de
descubrir cuál de estos poderes fácticos
está alimentando a los “apátridas” y “antidemócratas”
votantes blancos.
Y es que los políticos –eso parece
estar cada día más claro– son incapaces
de suponer, o tan siquiera de imaginar,
que es factible que millones de ciudadanos,
aun sin conocerse y sin haber de por
medio una costosa campaña de publicidad,
hayan llegado a la misma conclusión,
al mismo tiempo.
Los políticos creen que esto del voto
nulo empezó hace dos semanas como producto
de una campaña orquestada como
tantas otras que ellos mismos han llevado
a cabo en el pasado. Su egocentrismo no
les da para admitir la posibilidad de que la
gente piensa y siente.
Creen que el ciudadano es estúpido,
sordo, ciego, mudo, autómata e insensible.
Condenan como Demetrio Sodi, que ha
pasado por todos los partidos, cualquier
expresión ciudadana.
Algunos otros son tan ingenuos, que
creen que la gente apenas se acaba de dar
cuenta de que las guarderías son concesiones
del favor político y del nepotismo.
Imaginan, según el partido en que
militen, que la gente cree que los Bejaranos
sólo existen en el PRD, que los Montieles
sólo se dan en el PRI, o que los Castellanos
Gómez del Campo o Hildebrandos
sólo existen en el PAN.
Creen que la sociedad ignora cómo se
concesionan las gasolineras. Cómo se
otorgan las notarías. Cómo se asignan los
contratos millonarios de transportes de Pemex.
Cómo se adjudicaron los bancos.
Cómo se asignan o se cancelan las concesiones
aéreas, o cómo se “ganan” las licitaciones
públicas del gobierno.
Creen que el ciudadano no es capaz de
entender por qué razones el tesorero de un
estado, como Fernando Elizondo, actual
candidato a gobernador de Nuevo León,
firmó cheques escritos a mano –todos emitidos
el mismo día– para conceder préstamos
a funcionarios de primer nivel del
gobierno de Fernando Canales Clariond.
Se rasgan las vestiduras cuando alguien
dice que anulará su voto porque suponen
que un sufragio nulo es un desperdicio.
Creen que los mexicanos tenemos la
obligación de votar por el menos peor de
ellos, cuando no hay de dónde escoger
porque todos son iguales.
Les preocupa que a menos de 30 días
del 5 de julio, se sigan sumando electores
a la iniciativa de votar en blanco.
Por eso, esta semana, y sin tener identificado
a su enemigo, todos los partidos y
todos los políticos se unieron a una cruzada
orquestada por el IFE para combatir el
voto blanco.
¿Quién podría haber imaginado que
Marta Sahagún y Vicente Fox coincidirían
con la postura de Andrés Manuel López
Obrador?
¿Cómo llegaron a ponerse de acuerdo
Jesús Ortega, Germán Martínez y Beatriz
Paredes como presidentes de sus respectivos
partidos?
Su preocupación es tal, que todos acudieron
al llamado del IFE para grabar sus
videos contra el voto blanco.
El colmo fue que el consejero presidente
del IFE, Leonardo Valdés Zurita, quien
debería ser el más respetuoso de la expresión
ciudadana, se lanzó contra los defensores
del voto en blanco.
“Ni cosquillas hará el voto nulo a los
partidos”, dijo Valdés Zurita el miércoles
pasado. También advirtió que “anular la
boleta electoral no tiene implicaciones”.
¿Podría esperarse una postura diferente?
Ciertamente no. Sobre todo cuando
sabemos que los políticos fueron a sacar
a Valdés Zurita de su escuela de catadores
de vinos de León, Guanajuato, para ungirlo
como incondicional consejero presidente
del IFE.
Si los políticos lo pusieron, ellos mismos
podrían destituirlo, y el presidente
del órgano electoral lo sabe.
¿Cuándo se darán cuenta los políticos de
que el rechazo ciudadano empezó a
gestarse desde hace mucho tiempo?
¿Cuándo caerán en la cuenta de que
quienes están detrás del voto blanco son
millones de mexicanos?
¿Cuándo tendrán conciencia de que el
5 de julio no será el final, sino apenas el
principio de algo más trascendente de lo
que ellos se imaginan?
Probablemente nunca. O, en el mejor de
los casos, cuando ya sea demasiado tarde
para ellos, pero no para los mexicanos.