Entre los elementos técnicos que deben conocer escritores y lectores se encuentre este que denomino “perspectiva”. Los escritores, porque así pueden lograr una trama coherente. Los lectores, porque les ayuda a comprender el entramado construido por el autor de un relato determinado con personajes concretos que se mueven en espacios y tiempos de la ficción.
La perspectiva es un elemento técnico compuesto por:
a) La idiosincrasia y ubicación ideológica del narrador.
b) La distancia (más lejana o más cercana) del narrador respecto al objeto de la narración.
c) La ubicación temporal del narrador respecto al objeto de la narración.
d) Lo que sabe el narrador sobre los personajes.
e) La persona gramatical que emplea el narrador.
Estos componentes no pueden verse separados entre sí, sino en su interrelación dialéctica. Si se procede aquí a su separación, es sólo con fines expositivos.
En cuanto a la idiosincrasia y la ubicación ideológica del narrador, habíamos dicho que pueden ser cualesquiera, de acuerdo a la elección del autor basado en un criterio muy suyo de que ese es el narrador que necesita para desarrollar su relato. Además de las consideraciones ya expuestas en el tercero de la serie de artículos sobre Técnica narrativa, se recomienda que el mensaje privado del autor dentro de la narración sea manejado a discreción, de forma tal que sus criterios personales sean una noción que pase por las mentes y los actos de los personajes, pero nunca reemplace el ámbito novelado. Dicho en otros términos: que sus criterios personales estén sugeridos, jamás expuestos de manera tajante y abierta.
La distancia del narrador respecto al objeto de la narración podría compararse al efecto que surte en nosotros una cámara cinematográfica cuando contemplamos una película. Esa cámara puede ir desde un primer plano al rostro del artista, lo que nos permite ver con nitidez sus detalles; hasta la disposición de la cámara lejos del actor, y entonces podríamos percibir cómo se marcha con paso cansado de un lugar, el paisaje que lo rodea, la madre que le dice adiós desde la distancia y un automóvil achacoso que pasa muy cerca. En el caso de la narración sucede de manera similar: si no queremos aburrir al lector, tenemos que saber matizar las distancias, alejar y acercar nuestra cámara narrativa de los personajes y los ambientes novelados, de manera que la narración no transcurra en un solo foco y a la misma distancia.
La ubicación temporal del narrador le permite a éste un grado de conocimiento mayor o menor acerca de los hechos que narra. Puede narrarse: el pasado desde el pasado, el pasado desde el presente y, ¿por qué no?, el pasado desde el futuro. Todas las combinaciones son posibles con lógica interna: futuro desde el presente, futuro desde el pasado, futuro desde el futuro, etc. De la maestría del autor, el dominio que tenga de los tiempos verbales y su imaginación, dependerán en gran medida los trucos narrativos que pueda inventar para obtener el fruto deseado: lograr que el lector no abandone el texto.
Lo que sabe el narrador sobre los personajes es otro factor a considerar dentro de la perspectiva. Aunque existen diversas clasificaciones y denominaciones para identificar al narrador, para simplificar me atengo a los siguientes conceptos:
a) Narrador omnisciente: es aquel que sabe todo sobre todos los personajes de su discurso narrativo. Por lo tanto, puede penetrar en sus conciencias y adivinarles el pensamiento, hablarnos de sus odios y pasiones hacia otros personajes, confiarnos sus gustos e inclinaciones y conocer incluso sus planes futuros. Este narrador para mi consideración es subjetivo, toda vez que con referencia a la vida real la omnisciencia no existe.
b) Narrador objetivo: es el que se limita a narrar los hechos que observa externamente, como si fuera un ojo cinematográfico incapacitado para penetrar en la mente de sus personajes.
He dado la anterior clasificación de manera esquemática, para posibilitar el análisis de situaciones más complejas o fronterizas que no podrían encasillarse en uno de estos dos narradores generales. También aclaro que el paradigma del narrador omnisciente puede encontrarse en la mayor parte de las novelas de Balzac, porque no caben dudas que fue el tipo de narrador dominante en la novelística del siglo XIX. En cuanto al objetivo, el paradigma podría tomarse de las partes tituladas Ojo cinematográfico en la novela Paralelo 43 de John Doss Passos. Claro que estoy hablando de manera muy general, porque sólo es mi interés interesar al lector para que reflexione e indague por sí mismo sobre las distintas variantes que pueden existir de narradores en función de lo que sabe sobre sus personajes.
Entre los estados fronterizos comienzo por considerar lo que llamaré subjetivo único. Es éste un narrador que suele ser el propio personaje que se extraña de sí mismo y se narra un poco a distancia. También podría tratarse de un narrador omnisciente que se va desgajando con cada uno de sus personajes, tal como sucede en la novela El tamaño del infierno, de Arturo Azuela, donde el narrador omnisciente se va desplazando hacia una serie de personajes para describirnos sus reacciones. Este último procedimiento lo considero también un estado fronterizo mediante el cual el narrador omnisciente democratiza su discurso narrativo, llevándonos uno a uno hasta los personajes, como si se comportase como subjetivo único de manera alternativa con cada personaje.
También entre los estados fronterizos cabe señalar lo que defino como narrador cuasi omnisciente, especie de narrador testigo quien es capaz de asumir determinados criterios acerca de sus personajes siempre y cuando se extrañe, es decir, narre los hechos desde un tiempo más avanzado (pasado desde presente o presente desde futuro). Es decir, un testigo que, aunque no puede meterse dentro del cerebro de los personajes tal como se le permite al omnisciente, puede asumir ciertos criterios sobre ellos y presuponer que tendrán un comportamiento determinado, porque él ya sabe lo que sucedió.
Aunque existen otras denominaciones y clasificaciones convencionales para designar a los narradores, entiendo que el nombre no resulta fundamental para el escritor ni para el lector, sino conocer cómo pueden explotarse a plenitud los narradores en función del discurso narrativo y cómo entender la trama en función del narrador que haya elegido el autor.
Por tal motivo, es conveniente considerar aquí lo expuesto por Renato Prada Oropesa, quien citando a Prince distingue tres signos del acto de narrar y refiriéndose de manera específica a los signos del narrador, llega a considerar útil para el acto de la creación establecer las relaciones posibles que el narrador podría marcar en el relato y dice que éste es capaz de:
a) Manifestar (marcar) o no su presencia.
b) Dirigirse explícitamente o no a un narratario.
c) Focalizar un evento desde fuera (focalización externa).
d) Manifestar un cierto tipo de saber sobre el material que narra, total o parcial.
Obsérvese cómo estas consideraciones de Prada Oropesa se acercan a mi concepto de perspectiva, por lo que recomiendo a quienes deseen profundizar en el tema, la lectura del artículo del escritor boliviano titulado El narrador y el narratario: elementos pragmáticos del discurso narrativo, que aparece en La narratología hoy, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1989.
La persona gramatical que emplea el narrador es otro componente muy importante de la perspectiva, pues su elección acertada permite incluso la credibilidad del discurso narrativo, eso que también llamamos verosimilitud, que no debe confundirse nunca con creíble ni con verdad. No se concluya a priori que:
-El omnisciente siempre narra en tercera persona.
-El subjetivo único siempre narra en primera persona.
-La segunda persona es la conciencia del personaje.
Existen buenos ejemplos de narraciones que niegan lo anterior, y podría citar los siguientes casos:
-En Brumario, de Miguel Cossío Woodward, el narrador es omnisciente y narra en segunda persona
-En El pan dormido, de José Soler Puig, el narrador es subjetivo único, y se narra en tercera persona
Es decir, que resulta muy arriesgado relacionar el tipo de narrador con una persona gramatical determinada.
CONCLUSIONES
* El cambio del tipo de narrador (omnisciente, subjetivo único, etc.), dentro de un mismo discurso narrativo, democratiza la narración, permitiéndole al lector formarse juicios propios.
*La perspectiva permite reflejar la realidad real por medio de la subjetividad del narrador.
*No debe confundirse persona gramatical con tipo de narrador.
*El éxito de la perspectiva depende de que el autor logre meterse dentro del narrador, es decir, dentro de su ideología, idiosincrasia, intereses, etc., y piense como si fuera dicho narrador.
*Es importante que el autor sepa quién es el narrador que cuenta la historia. Esto le permitirá darle libertad a su ente de ficción para que sea éste quien verdaderamente narre, y no el autor.
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Artículos de esta serie anteriormente publicados:
Técnica narrativa. Nota introductoria. Primer artículo.
Técnica narrativa. Consideración en torno al punto de vista. Segundo artículo.
Técnica narrativa. El narrador. Tercer artículo.
Andrés Casanova, escritor cubano
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